A veces extraño la presencia de una mujer en mi cama, alguien con quien acurrucarme cuando veo netflix, alguien con quien hablar de la vida mientras fallece la tarde y la oscuridad se cuela en la habitación a través de las cortinas, alguien con quien hacer planes a futuro, conciertos de bandas antiguas, viajes por carretera, alguien con quien salir a correr de madrugada, alguien a quien prepararle el desayuno, alguien para bañarnos juntos escuchando música en el celular, alguien que prepare comida casera en el almuerzo. A veces me siento viejo y feo, contemplo las abundantes canas de mi barba, las huellas que me dejó el acné, las arrugas de mi frente, mis patas de gallo, mi abdomen abultado, mis piernas flacas, a veces siento que no me visto acorde a mi edad, que hago cosas que ya no debería hacer, a veces siento que la gente en la calle me mira montando mi skate y piensan “viejo ridículo”. A veces me siento triste porque no alimento a mi hija como debería, me da pena que no tenga una mamá en casa que la mime, que la engría, que la reciba de la universidad con un beso y un plato de comida hecho en casa, alguien a quien ella pueda confiarle sus cosas de jovencita. A veces extraño a mi hija menor, a mi gordita linda, me da pena no poder compartir más tiempo con ella, salir a montar skate juntos entre semana, despertarla con un beso en las mañanas, llevarla y recogerla del colegio, leerle un cuento, acostarla por las noches. A veces extraño hablar con mi mamá, escuchar su voz, su risa, cuando viene los fines de semana a veces me acuesto con ella y le cuento mis cosas, yo sé que debido a su enfermedad ella no me entiende, pero igual lo hago, a veces lloro y ella me queda mirando, como extrañada, sorprendida, yo solo me le acurruco y la beso, le acaricio el cabello, la huelo, como un niño pequeño.
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Hace 2 meses