miércoles, 5 de septiembre de 2007

Veronica decide bailar


Conocí a verónica hace más o menos seis años, cuando ambos éramos practicantes en una importante empresa exportadora. Aun recuerdo el día que la conocí, era la hora del almuerzo y bajé rápido al comedor para coger un buen sitio, fui a calentar mi tapper y a coger una gaseosa, y cuando regresé, ya estaban bien sentaditas en mi mesa: una amiga de la universidad (con la que siempre almorzaba) y dos chicas más que no conocía, una de ellas era verónica. Para qué mentir, me gustó desde un principio, tenia un lindo cuerpo y una bonita sonrisa, a parte que sus anteojos le daban cierto aire intelectual (que de hecho lo era, ya que estudiaba ingeniería en san marcos), transcurridos algunos minutos de conversación, estaba seguro de que seriamos amigos.
Y así fue, resultó que al siguiente día encontré como último usuario registrado en el msn el correo de una tal veritoguevara80, definitivamente se trataba de su correo, así que sin pensarlo mucho la invité a mi msn, no sin antes presentarme como el amigo de Lorena (mi amiga de la universidad que nos había presentado la tarde anterior).
Pasaron unos días, y pude comprobar que yo también le caía bien a verónica, fue en una oportunidad en que terminamos de almorzar y yo sugerí un breve paseo por las instalaciones de la planta para digerir la comida, todos declinaron de mí magnifica idea, aduciendo que hacia mucho calor y que tenían cosas que hacer, todos menos una: verónica.
Así fue que nos dimos una vuelta por la planta (que era inmensa), vimos los “patos” (maquinas que servían para transportar de un lado a otro las javas de mercancía), y las miles de botellitas verdes que reposaban en un enorme hueco en la tierra (según me explicaron, restos de un fenecido producto que no tuvo éxito). Me enteré que llevaba una relación de más de un año con un tipo de nombre marcos, un tipo de carácter difícil que estudiaba en su misma universidad. Por todo lo que me contó verónica esa tarde, deduje que no era del todo feliz y que esa relación duraría poco.
Todas las tardes a eso de las cinco, verónica venía a mi sitio a conversar, se sentaba junto a mi, y me contaba como le había ido en el día y de los problemas con su enamorado, eran aquellos minutos, los mas chéveres del día, conversando con aquella linda chica, percibiendo su perfume. Yo también tenía enamorada, se llamaba Vanesa y yo la quería mucho, pero también era cierto que el hecho de ver todos los días a verónica en el trabajo y pasar la mayor cantidad de mi tiempo compartiendo con ella, me empezó a confundir un poco, encima por aquellos días, mi relación con Vanesa se tornó difícil, ella había conseguido un trabajo temporal los fines de semana que hacia que nuestras esporádicas salidas se tornaran casi nulas, discutimos mucho por eso, y un buen día, inesperadamente Vanesa terminó conmigo aduciendo que yo era un egoísta y que no la comprendía.
Me sentí una mierda, un despojo, no podía dormir por la noche y no tenía ganas de nada durante el día, es increíble como terminar una relación afecta tanto tu vida, le conté a mi jefe y me aconsejó que para olvidarla, lo mejor que podía hacer era concentrarme más en mi trabajo, “trabajar más para olvidar”, esa era su estrategia. Le conté a mi mejor amigo del barrio y me dijo que debía salir más, a bailar, a tirar trago, a perderme con la gente y con las “amigas”, eso me distraería lo suficiente para olvidarme de esa “pejerrey” que me había choteado. Le conté a mi mejor amigo del colegio y me invitó a comer pollo a la brasa cerca de su casa, me escuchó con atención y no me aconsejó nada, solo me escuchó, hasta ahora pienso que esa es la mejor manera de ayudar a alguien, simplemente escuchándolo. Esa noche, luego de varias noches insomnes, pude pegar el ojo en el sofá de la sala de la casa de mi amigo, un sillón azul viejísimo donde en otras oportunidades había dejado descansar mis alcoholizados huesos luego de una fiesta de pre-promoción. Pero lo que más me ayudó a superar eso, fue ver todos los días a verónica, tan solo verla, porque hay que confesar que a verónica no le podía hablar mucho del tema, no porque ella no quisiera escucharme, que lo hacía por ratos, sino porque verónica la mayoría de veces no me dejaba, hablaba mucho, demasiado por ratos, terminaba un tema y empezaba otro con una facilidad que me sorprendía, por lo general yo era el que la escuchaba y sobre todo, el que la observaba. Me divertía examinar su rostro detenidamente, con paciencia, tratando de descubrir siempre algún otro detalle, una manchita por aquí, una pequita por allá, y sus labios, los labios de verónica era lo que mas me gustaba de su rostro, rosaditos, carnosos, es verdad, me gustaba mucho esa chica, y estaba seguro que lo que más me ayudaría en ese momento era tratar de pasar el mayor tiempo con ella, y si es preciso, enamorarme de ella, todo lo que fuera necesario para olvidarme de Vanesa.

2 años después…

Al fin el tacaño de mierda del gerente puso Internet en la oficina, aunque parezca broma, tuve que redactar un extenso documento técnico, donde justificaba (como único responsable del área de sistemas) que el Internet y sus miles de tutoriales, beneficiarían de forma “tangible” los procesos de la empresa. Las huevas, lo que yo quería era chatear y bajar música, esa era la realidad, tener, al menos, una ventana virtual por donde escapar de esa tediosa oficina en la que había venido a parar luego de una experiencia fugaz de comerciante en tacna (pero esa es otra historia). Y fue así, que ni bien entré al Messenger aquella tarde, una ventanita apareció en la pantalla…
- Verónica dice: “¡hola Mario!”
Era verónica, no la veía desde hace tiempo, ella ahora trabajaba en una empresa publica, en si, ella dejó la empresa donde practicábamos juntos y se fue para allá, el día que me lo dijo, yo le escribí una carta por la noche y se la di al otro día, en el momento en que vino a mi sitio para despedirse (fui el ultimo de todo el edificio del que se despidió, lo cual para mi, significó algo especial). En la carta, le decía lo mucho que me había gustado conocerla, que sin querer me había enamorado un poquito de ella (así se lo puse textualmente) y que le deseaba lo mejor en su nuevo trabajo y con su novio, y por supuesto, que esperaba que siguiéramos siendo amigos. Luego de eso, no había sabido nada de ella hasta este momento en que leía su mensaje en mi monitor.
Quedamos en vernos el viernes para conversar, y ese día, puntualito, la fui a recoger a su trabajo, estaba tal como la recordaba. Verónica, era una chica sencilla, que no ponía especial interés en arreglarse o en la ropa que usaba, sin embargo, como yo lo veía, tenía un potencial ilimitado, a veces me la imaginaba bien maquillada, vestida de una manera que le hiciera favor a sus formas, peinada de forma diferente, y pensaba: “verónica no sabe lo que tiene, quiero estar allí cuando descubra que es un cueraso”.
Nos fuimos a caminar por miraflores, me contó que al poco tiempo que se fue al otro trabajo terminó definitivamente con marcos, pero que muy a su pesar, la relación no había finalizado del todo porque este la continuaba llamando y molestando (yo me daba cuenta de que ella aun lo quería, pero no lo quería reconocer). Yo le conté que al poco tiempo que ella se fue regresé con Vanesa, pero desde hace dos meses, a pesar de mis ruegos, me había vuelto a chotear. Y así fue. Como los dos estábamos “en teoría” solos, empezamos a salir uno que otro fin de semana.

A veces ella me llamaba triste por teléfono y decía que necesitaba verme, que marcos la había llamado y le había dicho cosas feas, yo acudía a su llamado y nos encontrábamos en cualquier sitio, paseábamos por los centros comerciales, comíamos una hamburguesa, nos probábamos ropa, y conversábamos. Nos repetíamos el uno al otro “que mejor era estar solos, que ellos se lo perdían”, pero en el fondo estoy seguro, ambos queríamos regresar con nuestros respectivos ex, a veces durante esas salidas terapéuticas, nuestras miradas se encontraban y parecía que de un momento a otro algo iba a pasar, pero no pasaba nada, ni ella ni yo dábamos el primer paso. Estoy seguro que verónica quería enamorarse de mí para olvidar a marcos, pero no podía, y estoy seguro que yo quería enamorarme de verónica para olvidar a Vanesa y tampoco podía.

La última vez que la vi fue en la puerta de su casa, habíamos ido a conversar a un pub en barranco y terminamos bebiendo más de la cuenta, de un momento a otro verónica se embriagó y hablaba atropelladamente, de una manera muy graciosa, en eso, empezó a sonar una salsa antigua de jerry rivera, hasta ahora recuerdo el rostro feliz, completamente iluminado de verónica cuando las primeras notas del salsero puertorriqueño sonaron a través de los parlantes, inesperadamente se puso de pie y me jaló a bailar con ella, estaba feliz, emocionadísima, decía que esa canción le hacia acordar sus épocas de colegio. A mi, que la naturaleza no me ha favorecido con un buen ritmo para bailar la salsa, me costó bastante decirle que no a verónica, y tuve que salir al medio de la pista (que estaba completamente vacía) a bailar con ella, así que adopté la postura que me había enseñado alguna vez mi gran amiga Fabiola (que una vez se tomó 2 horas de su tiempo para enseñarme a bailar salsa de una forma al menos decente) y me arranqué con mi seguidilla de tres pasitos bien aprendidos: izquierda, derecha, media vuelta; izquierda, derecha, atrás-adelante; y atrás, adelante, media vuelta, lo malo era que por mas esfuerzo que yo hacia, verónica no daba pie con bola, se balanceaba de un lado a otro torpemente, con total carencia de ritmo y saoco, fueron unos minutos difíciles frente a ella, tratando de arrancarle un paso digno de ese publico que desde sus sitios nos observaba divertido, y al fin, cuando gracias a dios terminó la canción y nos dirigíamos a nuestra mesa, el discjockey (estoy seguro que totalmente ignorante de lo que ocasionaría) se puso un reggae movido de esos antiguos, de ese grupo argentino “los pericos”, que inmediatamente hizo que verónica me arrastrara de nuevo hacia la pista de baile, donde una vez allí, comenzó a bailar (si es que así se le puede llamar a lo que hacia) totalmente sin inhibiciones. Ayudada por el alcohol consumido, comenzó a agitar sus brazos en un movimiento parecido al aleteo nervioso de una gallina antes de que la degüellen, “me late, me late el corazón, tengo taquicardia… ¡ay si señor!” gritaba la buena verónica en medio de la pista de baile, al compás del cantante de los pericos. Yo desde mi sitio, apenas me movía y la observaba, en efecto parecía que más que bailar, mi amiga estaba siendo sacudida por un ataque de taquicardia o algo peor. De pronto, desde la oscuridad de algunas mesas, la gente (que ya se había ganado el pase hace rato) comenzó a murmurar a manera de barrita empiladora “¡hasta abajo! ¡hasta abajo!”, lo cual provocó que mi amiga comenzara a contornearse, moviendo las caderas, hacia abajo, más abajo, al mas puro estilo “torniquete”, yo rogaba a todos los santos, al cristo morado de pachamamilla, a la sarita y al negrito martín, que por nada del mundo, se cayera de culo de tanto bajar hasta abajo, porque ahí si que eso ya no tendría solución. Cuando al fin la música terminó, mientras nos dirigíamos a nuestros sitios, la gente de las mesas aledañas premió la performance de mi amiga verónica, con unos merecidos y cachacientos aplausos, de los cuales ella ni se enteró, ya que ni bien ocupó su lugar en la mesa comenzó a vomitar.

Cuando todo pasó, fui a dejarla en su casa, y cuando llegó el momento de la despedida, nos paramos uno en frente del otro. La tenía al frente mío, avergonzadita por lo que había pasado en la discoteca, totalmente frágil e indefensa, quise besarla ¡dios mío, quería besarla!, pero no pude, le cogí las mejillas con ambas manos, le dí un beso en la frente y me fui.

3 años después

Trabajo en una empresa pública y tengo una reunión de coordinación con algunas personas del banco wiese en su local del centro de lima. Cuando la reunión estaba por terminar, veo a una chica de rostro familiar que cruza de un extremo a otro la enorme ventana de la sala de reuniones, era verónica.
Pedí permiso para abandonar la sala y la seguí hasta su sitio sin que ella se diera cuenta, y cuando la vi sentada me acerqué despacio por detrás y le tapé los ojos, me tomó las manos, las separó y cuando me vió su rostro se iluminó por una hermosa sonrisa.
- ¡Mario!
Quedamos en almorzar aquel día, conversamos un poco de nuestras vidas, me contó que estaba con un chico desde hace poco, pero que algo no le convencía de él, “tu nunca estás contenta ¿no veroniquita?”, le dije y le arranqué una sonrisa. Terminamos nuestro almuerzo, comprobé que no había cambiado mucho, si bien es cierto había perdido un poco el encanto de la juventud, este había sido reemplazado por la belleza de la temprana madurez, ya no era una chica bonita, ahora era una mujer guapa. Salimos del restaurante, caminamos un poco por la recientemente remodelada plaza de armas y nos despedimos en la puerta de su trabajo.

Ya de regreso, en el interior de un taxi que cruzaba la vía expresa, concluí que verónica era una chica por la que siempre me iba a sentir atraído, que siempre me iba a gustar, pero con la que –sin embargo- nunca llegaría a nada, por diversos motivos, a pesar de eso, me encantaba la idea de que cada cierto tiempo, la vida me la ponía en frente de una forma deliciosamente casual, y sobre todo, me encantaba comprobar que siempre que la volvía a ver, me seguía gustando tanto o más que la primera vez que la conocí, y que el verla, cada cierto tiempo, en esas circunstancias, era un delicado obsequio, un hálito de vida que cada cierto tiempo me brindaba el destino.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando leí Los Pericos me vino directamente a la mente la canción que líneas más adelante nombraste ''me late me late me late el corázon''. No sé a ustedes pero a mí me acaba de sorprender mucho.