A pesar que desde muy temprano se vislumbraba un caluroso y carnavalero domingo, al final quedó claro que el único bastión carnavalero que quedaba en la cuadra era el panzón de mi sobrino alonsito...
Esto, a pesar que por un fugaz instante me llenó de un sano orgullo, también me dio harta pena, cuando luego de varias horas de insolarse en la azotea esperando alguna victima, bajó a mi cuarto mi querido “dogor”, y derrotado por las circunstancias pronunció con su vocecita de niño de 8 años…
-Tío Pepin... ¿Por qué la gente ya no juega carnavales como antes?
Eso me partió el corazón carajo... ¿Que decirle a mi querido panza de agua? ¿Ser o no Ser? ¿Mojar o no mojar?... Para que se sintiera mejor mi sobrino, opté por mostrarle un video antiguo de carnavales, gloriosas épocas en las cuales yo mismo en persona le entraba a la inflada de globos. En ese video glorioso aparecen registrados momentos inolvidables de chongo absoluto, como aquella sumergida en barro que le propinamos al panudo de mi primo “palomo”, quien justo ese domingo nos cayó a gorrear el almuerzo y empezó a sacarnos cacha con la ropita que su viejo le había mandado de Italia (junto a mi hermano Beto y un montón de voluntarios de mi cuadra lo levantamos en peso y lo tiramos a una piscina de barro).
Mi sobrinito miraba la pantalla con lágrimas en los ojos, el también se acordaba de eso, el aparecía en el video mas chiquito y menos panzón, regodeándose como un cerdito en el lodo, pero ahora ya nadie sale a jugar los carnavales y los niños sufren. Está demás decir que aquella escena me desgarró el corazón, así que me puse un polo viejo, me calcé mis sayonaras marca “hawai”, y me puse a llenar un montón de globos y baldes con agua del caño, para finalmente junto a dogor, en marcha militar triunfal, dirigirnos para la azotea a intentar resucitar el viejo espíritu carnavalón de la cuadra.
--- o ---
Luego de casi una hora mi sobrino dogor y yo estábamos igual de cagados, no pasaba ni una sola flaca a quien mojar, ni siquiera una chibolita para que la moje dogor, el agua de los baldes valgan verdades ya estaba caliente, y mas de un globo se había reventado impotente e inútil. Mi sobrinito se daba cuenta de nuestro fracaso pero no decía nada para no hacerme sentir mal, definitivamente había que salir de esa, superar aquel mal momento, yo había lidiado con peores problemas, así que opté por pasar al plan B...
-Dogor... ¿Recuerdas la primera regla de los carnavales?
Con la carita roja por el sol, las manos en posición de firmes, y sudando la gota gorda, el panzón de mi sobrino respondió:
-¡Hombre que moja hombre maricón!
-¡Nada dogor! olvídate de eso, olvídate de todo lo que te ha enseñado tu tío Betadas (histórico símbolo carnavalero en mi cuadra), ¡Las wiflas!, él no esta aquí con nosotros en estos momentos duros de batalla, sabe Dios en que cancha de fulbito estará repartiendo patada, mientras nosotros estamos aquí sancochándonos en vida, ¿Quieres mojar a alguien o no?
-¡Si tío pepe! –respondió entusiasmado mi sobrino, cautivado por mi floro monse-
-Ok... entonces nuevas reglas, hoy día mojamos a cuanta persona pase por la jato, todos pierden, que no se salven ni las tías embarazadas ¿estamos dogor?
-¡Cheere tio!
Y fue así que el olvidado espíritu carnavalero revivió en mi cuadra cual ave fénix, la primera victima fue mi viejo, quien venia silbando tranquilo en su bicicleta trayendo las bolsas del mercado, al instante con dogor le descargamos todo nuestro arsenal, del susto casi se estrella con el poste, pero al final una extraña maniobra por esquivar un globo, hizo que solamente se sacara la mierda en el jardín (al menos cayó sobre suave y no se hizo daño).
A continuación y durante toda la tarde, pagaron pato todos aquellos que osaron pasar por la residencia de los Arguedas carajo, vengadores absolutos del carnaval. Como al frente de mi casa hay una tienda donde venden licor, nos dedicamos a acribillar a cuanto borracho se atravesase a realizar alguna adquisición chelera, no respetamos ni a un par de tombas que pararon la guardia para fumarse un fallito relajante.
Esto, a pesar que por un fugaz instante me llenó de un sano orgullo, también me dio harta pena, cuando luego de varias horas de insolarse en la azotea esperando alguna victima, bajó a mi cuarto mi querido “dogor”, y derrotado por las circunstancias pronunció con su vocecita de niño de 8 años…
-Tío Pepin... ¿Por qué la gente ya no juega carnavales como antes?
Eso me partió el corazón carajo... ¿Que decirle a mi querido panza de agua? ¿Ser o no Ser? ¿Mojar o no mojar?... Para que se sintiera mejor mi sobrino, opté por mostrarle un video antiguo de carnavales, gloriosas épocas en las cuales yo mismo en persona le entraba a la inflada de globos. En ese video glorioso aparecen registrados momentos inolvidables de chongo absoluto, como aquella sumergida en barro que le propinamos al panudo de mi primo “palomo”, quien justo ese domingo nos cayó a gorrear el almuerzo y empezó a sacarnos cacha con la ropita que su viejo le había mandado de Italia (junto a mi hermano Beto y un montón de voluntarios de mi cuadra lo levantamos en peso y lo tiramos a una piscina de barro).
Mi sobrinito miraba la pantalla con lágrimas en los ojos, el también se acordaba de eso, el aparecía en el video mas chiquito y menos panzón, regodeándose como un cerdito en el lodo, pero ahora ya nadie sale a jugar los carnavales y los niños sufren. Está demás decir que aquella escena me desgarró el corazón, así que me puse un polo viejo, me calcé mis sayonaras marca “hawai”, y me puse a llenar un montón de globos y baldes con agua del caño, para finalmente junto a dogor, en marcha militar triunfal, dirigirnos para la azotea a intentar resucitar el viejo espíritu carnavalón de la cuadra.
--- o ---
Luego de casi una hora mi sobrino dogor y yo estábamos igual de cagados, no pasaba ni una sola flaca a quien mojar, ni siquiera una chibolita para que la moje dogor, el agua de los baldes valgan verdades ya estaba caliente, y mas de un globo se había reventado impotente e inútil. Mi sobrinito se daba cuenta de nuestro fracaso pero no decía nada para no hacerme sentir mal, definitivamente había que salir de esa, superar aquel mal momento, yo había lidiado con peores problemas, así que opté por pasar al plan B...
-Dogor... ¿Recuerdas la primera regla de los carnavales?
Con la carita roja por el sol, las manos en posición de firmes, y sudando la gota gorda, el panzón de mi sobrino respondió:
-¡Hombre que moja hombre maricón!
-¡Nada dogor! olvídate de eso, olvídate de todo lo que te ha enseñado tu tío Betadas (histórico símbolo carnavalero en mi cuadra), ¡Las wiflas!, él no esta aquí con nosotros en estos momentos duros de batalla, sabe Dios en que cancha de fulbito estará repartiendo patada, mientras nosotros estamos aquí sancochándonos en vida, ¿Quieres mojar a alguien o no?
-¡Si tío pepe! –respondió entusiasmado mi sobrino, cautivado por mi floro monse-
-Ok... entonces nuevas reglas, hoy día mojamos a cuanta persona pase por la jato, todos pierden, que no se salven ni las tías embarazadas ¿estamos dogor?
-¡Cheere tio!
Y fue así que el olvidado espíritu carnavalero revivió en mi cuadra cual ave fénix, la primera victima fue mi viejo, quien venia silbando tranquilo en su bicicleta trayendo las bolsas del mercado, al instante con dogor le descargamos todo nuestro arsenal, del susto casi se estrella con el poste, pero al final una extraña maniobra por esquivar un globo, hizo que solamente se sacara la mierda en el jardín (al menos cayó sobre suave y no se hizo daño).
A continuación y durante toda la tarde, pagaron pato todos aquellos que osaron pasar por la residencia de los Arguedas carajo, vengadores absolutos del carnaval. Como al frente de mi casa hay una tienda donde venden licor, nos dedicamos a acribillar a cuanto borracho se atravesase a realizar alguna adquisición chelera, no respetamos ni a un par de tombas que pararon la guardia para fumarse un fallito relajante.
Mojamos a heladeros, basureros, fierrocatrebotelleros, una abuelita en silla de ruedas, unos brinchis que se iban a jugar voley, al tío que reparte el gas, a un montón de señoras (casadas o solteras, nos daban igual). Nos mentaron la madre exactamente veintitrés veces, mi vieja y mi hermana también pagaron pato (lo justo), aquí no había gollorías de ningún tipo carajo. Solo cuando cayó la noche, cansadazos y con el brazo adolorido, mi sobrino y yo abandonamos el fuerte, para celebrar la buena faena con un bien merecido lonchecito.
Fin.
PD: Desde esta pequeña postdata, quiero agradecer al gran dibujante y talento (por ahora) desperdiciado "REST", quien se ha ofrecido voluntariamente a ilustrar (en un post-it) todas las estupideces que salen de mi mente confundida. Gracias tío :) ... y buena suerte
4 comentarios:
jajajajaja, así carajo deben ser los carnavales
jajaja.. gracias luis por tu visita
Muy buenas las entradas que recién leo, siempre fiel a tu estilo. Me gustó también el cambio del blog, y el dibujo de "rest" que le dá un toque especial y si puede ser posible más personal.
Congrats, my friend :)
KaLyA
gracias kalya por tu comment, hace tiempo que le queria meter mano al diseño, que bueno que te haya gustado :-)
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