Era la madrugada del año nuevo 1985 y mi hermano no regresaba a mi casa. Aquel año, mis amigos y yo habíamos apostado que nos amaneceríamos por el solo hecho de ver, por primera vez en nuestras vidas, el sol salir, sin haber pegado el ojo en toda la noche, se que ahora suena estupido, pero en esas épocas el hacer eso era recontra emocionante para unos niños surquillanos como nosotros, que día con día vivíamos escuchando leyendas urbanas y viendo como nuestros viejos borrachos gritaban y golpeaban a nuestras madres. Para nosotros, el hecho de durar toda una madrugada sin pegar el ojo, era una señal de hombría, de que éramos unos dignos habitantes de ese barrio duro que nos había tocado habitar: Surquillo. Chicago Chico carajo, hay que ser bien machito para sobrevivir allí.
Llegó la mañana y solo yo, coqui y el carlitos (el mono) habíamos aguantado, y cuando el cielo al fin se puso celeste nos miramos y con la mirada nos abrazamos y nos felicitamos, luego nos pusimos a buscar cohetes, rasca-pies y chispitas mariposas en el suelo, que no habían sido reventadas ni usadas, cosa de chibolos…
En eso, como a las 6 de la mañana, divisamos un volkswagen amarillo que se estacionaba en la esquina, era el auto de micky Lara, uno de nuestros ídolos del barrio. Era un auto con vidrios polarizados, y por mas que corrimos a asomárnos, no pudimos ver quienes estaban y qué ocurría adentro.
De pronto, un señor, cuyo nombre era similar al de un presidente de los estados unidos salio de su casa, mas de una vez nosotros lo habiamos visto en la calle peleándose con su hermano por las calles a punta de cuchillo, este tipo rojo, de ojos claros y de pelo escaso, salió de su casa y embestió contra el volkswagen de micky Lara… ninguno de nosotros podía asimilar en su totalidad lo que veía, parecía, que debido al sueño, lo que presenciábamos era una alucinación… pero no, no lo era, en nuestras propias narices veíamos como el señor ese, cargaba un bote de la basura por encima de su cabeza y lo arrojaba con toda su furia encima del parabrisas de micky Lara, sin que nadie desde dentro del carro hiciera nada por impedirlo.
En eso, luego de unos segundos, como si hubieran estado dormidos, mis amigos y yo presenciamos como desde dentro del carro salían uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete muchachos, todos, espectacularmente vestidos, bajo una nube de humo mistico, jóvenes, fuertes, bellos, corriendo, con cuchillos, piedras o cualquier cosa en sus manos, dispuestos a todo, para defenderse… y entre ellos… mi hermano, el beto, mi ídolo, corriendo furioso, dispuesto a todo por vengar la ofensa de la cual nuestra cuadra había sido victima, y luego de eso, ver como todos esos jóvenes, embestían con botellas, patadas y tacles, contra una de las familias mas prestigiosas de ese surquillo, que ya estaba muriendo, Los Sumarini, que se había visto ofendida, porque uno de esos jóvenes, había chocado esa misma noche, en una fiesta, contra una de sus mujeres, el buen Michelle, quien sin medir consecuencias, había aprovechado su buena apariencia para gozar de las caricias de aquella mujer dentro de aquel mismo auto, que ahora lucia el parabrisas destrozado.
Mi hermano y sus amigos, representaban para mi, todo aquello que en un barrio como el nuestro era necesario tener para sobrevivir. Mi hermano, nueve años mayor que yo, nunca pudo enseñarme matemáticas, ni literatura, y nunca destacó como yo, por sus buenas notas en el colegio, pero a cambio, siempre me enseñó con el ejemplo: a ser valiente, a nunca dejarme ni rendirme, a defenderme, a entregarme siempre por entero.
Horas despues, mi madre regresó al fín de la guardia (mi madre era enfermera en una clínica pituca de miraflores, donde no le perdonaban ni la navidad ni el año nuevo...), caminó -quizás presintiendo que su hijo mayor estaba allí- hasta el pequeño auto destrozado (donde descansaban los muchachos luego de la pelea) y tocó la puerta. Todos los amigos de mi hermano, con los ojos extrañamente rojísimos, la saludaron con respeto, sonriendo, "¡Feliz año nuevo doña Elsita!", y la abrazaron, la besaron, y mi hermano regresó a mi casa, con un poquito de sangre en la nariz, trayéndo a mi madre abrazada, como si nada hubiera pasado.....
Llegó la mañana y solo yo, coqui y el carlitos (el mono) habíamos aguantado, y cuando el cielo al fin se puso celeste nos miramos y con la mirada nos abrazamos y nos felicitamos, luego nos pusimos a buscar cohetes, rasca-pies y chispitas mariposas en el suelo, que no habían sido reventadas ni usadas, cosa de chibolos…
En eso, como a las 6 de la mañana, divisamos un volkswagen amarillo que se estacionaba en la esquina, era el auto de micky Lara, uno de nuestros ídolos del barrio. Era un auto con vidrios polarizados, y por mas que corrimos a asomárnos, no pudimos ver quienes estaban y qué ocurría adentro.
De pronto, un señor, cuyo nombre era similar al de un presidente de los estados unidos salio de su casa, mas de una vez nosotros lo habiamos visto en la calle peleándose con su hermano por las calles a punta de cuchillo, este tipo rojo, de ojos claros y de pelo escaso, salió de su casa y embestió contra el volkswagen de micky Lara… ninguno de nosotros podía asimilar en su totalidad lo que veía, parecía, que debido al sueño, lo que presenciábamos era una alucinación… pero no, no lo era, en nuestras propias narices veíamos como el señor ese, cargaba un bote de la basura por encima de su cabeza y lo arrojaba con toda su furia encima del parabrisas de micky Lara, sin que nadie desde dentro del carro hiciera nada por impedirlo.
En eso, luego de unos segundos, como si hubieran estado dormidos, mis amigos y yo presenciamos como desde dentro del carro salían uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete muchachos, todos, espectacularmente vestidos, bajo una nube de humo mistico, jóvenes, fuertes, bellos, corriendo, con cuchillos, piedras o cualquier cosa en sus manos, dispuestos a todo, para defenderse… y entre ellos… mi hermano, el beto, mi ídolo, corriendo furioso, dispuesto a todo por vengar la ofensa de la cual nuestra cuadra había sido victima, y luego de eso, ver como todos esos jóvenes, embestían con botellas, patadas y tacles, contra una de las familias mas prestigiosas de ese surquillo, que ya estaba muriendo, Los Sumarini, que se había visto ofendida, porque uno de esos jóvenes, había chocado esa misma noche, en una fiesta, contra una de sus mujeres, el buen Michelle, quien sin medir consecuencias, había aprovechado su buena apariencia para gozar de las caricias de aquella mujer dentro de aquel mismo auto, que ahora lucia el parabrisas destrozado.
Mi hermano y sus amigos, representaban para mi, todo aquello que en un barrio como el nuestro era necesario tener para sobrevivir. Mi hermano, nueve años mayor que yo, nunca pudo enseñarme matemáticas, ni literatura, y nunca destacó como yo, por sus buenas notas en el colegio, pero a cambio, siempre me enseñó con el ejemplo: a ser valiente, a nunca dejarme ni rendirme, a defenderme, a entregarme siempre por entero.
Horas despues, mi madre regresó al fín de la guardia (mi madre era enfermera en una clínica pituca de miraflores, donde no le perdonaban ni la navidad ni el año nuevo...), caminó -quizás presintiendo que su hijo mayor estaba allí- hasta el pequeño auto destrozado (donde descansaban los muchachos luego de la pelea) y tocó la puerta. Todos los amigos de mi hermano, con los ojos extrañamente rojísimos, la saludaron con respeto, sonriendo, "¡Feliz año nuevo doña Elsita!", y la abrazaron, la besaron, y mi hermano regresó a mi casa, con un poquito de sangre en la nariz, trayéndo a mi madre abrazada, como si nada hubiera pasado.....
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Historia retocada el Martes 31/07/2007 --- Disculpen la versión anterior, estaba un poquito... indispuesto ... :)
1 comentario:
qué comen los de Ghana?... leones pe...
en cambio el viejo del huevito Ruiz que hace? vende raspadilla...
no jodan pes!!!
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