La noche de mi cumpleaños número veintitrés, apareció en el umbral de mi puerta mi primo Toño.
- Aquí te traje tu regalo –dijo en mi oído, a la vez que depositaba en mi mano un misterioso y pequeño paquetito-
- ¡Gracias loco!, tu siempre con los detalles –respondí excitado-
Guardé mi regalo en el bolsillo secreto de mi pantalón y enseguida me acerqué a saludar a Pamela, la chica con la que llevaba un par de semanas saliendo.
- ¡Pamela!... pero que sorpresa... –dándole un abrazo-
- Feliz día Marito… Yo te dije que hoy venia… Y ya ves –dijo sonriendo-
Al instante alguien puso una canción que me gustaba mucho, así que la jalé al medio de la sala para bailar…
- En serio que hoy estás particularmente bonita...
- Gracias… -sonrió tímida-
La verdad no esperaba que Pamela viniera a mi cumpleaños. Vivía muy lejos de mi casa y además sus padres (que eran evangélicos) no me pasaban. Mentiría si dijera que tenía un serio interés por ella, para nada, la conocí en la fiesta de una amiga y en honor a la verdad, salía con ella solamente por pasar el rato. Habíamos pasado juntos el último catorce de febrero, ese día Pamela llegó a mi casa con una tarjeta gigante que decía “Feliz día de San Valentín”, yo no le había comprado nada.

Cuando terminó la canción presenté a Pamela con unos amigos y me metí en el baño. No podía aguantar más. Habían pasado cerca de tres semanas desde la última vez y mi ansiedad era fuertísima, un poco de coca cayó de la llave al suelo debido al temblor de mis manos.
Seguí dando vueltas por entre mis grupos de amigos, todos me saludaban con afecto exagerado y me invitaban vasos de trago, yo era en efecto, el rey de la fiesta.
Seguí visitando el baño cada vez con mayor frecuencia, todos los que me conocían sabían para qué entraba pero no me decían nada, sabían que era mi santo y que no me tenían que pedir, para eso estaba mi primo Toño, quien estaba haciendo su agosto vendiéndole a los desconocidos: medio chamo por diez soles.
Siempre de vez en cuando, sacaba a bailar a Pamela, quien así, vestida y maquillada como estaba, no aparentaba para nada sus recién cumplidos diecisiete años (fecha en la que fui a su casa con unos amigos, y uno de ellos se orinó de borracho dentro del horno de su cocina). Muchos me preguntaban porque no estaba con ella, y la verdad, siempre fue difícil responder a esa pregunta. Lo único que quizás, me desalentaba en esa idea, era que Pamelita carecía de personalidad, o al menos, una personalidad que a mi me pareciera atractiva, o sea, era una chica demasiado normal para alguien como yo, que por esas épocas, vivía mi vida de una manera libre y desenfrenada. Sin embargo, a pesar de todas mis virtudes y defectos (muchos mas defectos, obviamente), Pamelita parecía estar muy prendada de mi, situación que yo siempre le atribuí a la poca libertad que sus padres le concedían. Pamelita veía en mi algo así como un “rebelde sin causa”, alguien que le hizo escuchar música distinta, fuerte, con hartas lisuras, alguien que la llevaba a pasear (haciendo uso de un bajísimo presupuesto) a un sinfín de lugares divertidos y pintorescos, alguien que le hablaba de sexo y drogas sin pudor, y le devastaba sin asco, todas las fabulas religiosas que sus padres y maestros le habían impuesto desde niña, en fin, alguien que ingresó a su aburrida y monocroma vida para ponerle un poco de color.
Un amigo, Daniel, cuadró una canción que a mi me hacia recordar mucho a una ex, “Hole in my soul” de Aerosmith, y como era una balada y toda balada era especial, no quedaba otra que bailar dicha canción con Pamela. Y así fue, me acerqué donde ella por detrás, y le tomé la mano…
- ¿Bailamos?
- Claro que si Marito…
Fue hacia la mitad de la canción que Pamela me lo preguntó…
- Oye Marito, ¿No te molesta si te digo algo?
- Claro que no, dale…
- Tú estás drogado ¿no?
- ¿Qué?... Pero… ¿Por qué piensas eso? –dije, tratando de controlar las muecas de mi boca-
- Porque me han dicho, y además porque no soy tonta, a cada rato entras al baño y sales haciendo muecas raras…
- Entonces si ya sabes, para que me preguntas –dije, un poco enojado por haber sido descubierto-
- Porque quiero que me invites –dijo ella, con una decisión que me hizo estremecer-

Continuará…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pasame la "manti"...

Anónimo dijo...

belleza..!!! ojala yo me encuentre con una mujer asi algun dia

Cinthya Castillo dijo...

Tratando de controlar las muecas, jajaja eso es imposible tio, imposible.

A veces cuando leo historias como esta, recuerdo muxas cosas, muxas historias mias, nose porke mierda a veces no tengo el valor de contarlas, no por represion ni por verguenza, pero a veces el pasado de una puede dañar al del costado.

En tu caso es distinto, Pamela casi siempre ha estado ahi contigo y conoci (casi)todo de ti.

Me conformare con deleiterme con las webadas ke cuentas y sonreir cuando alguna parte de la historia se parece a la mia.