domingo, 24 de mayo de 2020

Toy Story

A inicios de esta semana ocurrió algo terrible en mi casa, un suceso que pasaré a narrarles a continuación, pero desde ya les advierto que es algo fuerte, así que si eres demasiado sensible por favor no sigas leyendo.

¿Conocen ustedes esas tapitas plásticas que se le ponen a los tomacorrientes, para que los bebes no metan el dedo y se electrocuten?, pues bueno, mi hija menor ha aprendido a sacarlos delicadamente con una habilidad digna de un carterista de la parada. Más de una vez le hemos dicho y hasta gritado “¡No hagas eso!”, pero ella no entiende.

Lo peor de todo es que luego de sacarlos los esconde en los lugares más caletas e insospechados: adentro de un zapato, en el tacho de la ropa sucia, etc., con decirles que una vez encontramos una de las tapitas adentro de una de las macetas.

Pero lo que sucedió esta semana ya fue demasiado lejos.

En el espacio que uso para trabajar, tengo una pequeña biblioteca, adornada con algunos muñecos de colección, la mayoría personajes de películas, series o dibujos que me gustan.

A veces, mientras estoy trabajando, mi bebé se escapa de su mamá e ingresa a exigirme que juegue con ella, y como se da cuenta que no puedo (porque estoy en una llamada o videoconferencia) me señala con el dedo alguno de los muñecos para que se lo preste. Y bueno, como yo necesito que esté en silencio, a veces agarro un muñeco y se lo doy.

Pero esta semana pasó algo rarísimo, uno de los muñecos (el más pequeño, pero a la vez mi favorito de todos) desapareció de una de las repisas. Interrogué a todos en casa y todos respondieron que no lo habían cogido. Intenté recordar si hubo un día en la semana en que se lo había dado a la bebe, pero por más esfuerzos que hacia no podía recordarlo. Así que desesperado me puse a buscar.

Busqué por todos lados: debajo de las camas, de los muebles de la sala, hurgué en los cajones de cada ropero, cómoda y escritorio existente en la casa (confieso que violé intimidades), hasta en los cajones de la cocina busqué, pero ni así pude encontrar nada.

Ese día recuerdo haberme ido a la cama bien de noche, sintiéndome muy frustrado.

...

Al día siguiente me levanté muy temprano, estaba decidido a pasar la página y olvidar el tema del muñeco perdido. Iba a ser un día con mucho trabajo y debía estar concentrado. Me dirigí a la cocina a preparar un café y de reojo vi la bolsa de la basura, estaba repleta, el día anterior mi esposa había colocado allí los desechos de toda la casa incluyendo los baños.

De repente tuve un presentimiento, una corazonada, así que, sin pensarlo, me arrodillé en el suelo, abrí la bolsa y haciendo de tripas corazón, retiré con mi mano todos los desperdicios que allí habían, toqué alimentos descompuestos, papeles higiénicos cochinos, pañales con sorpresa, uno por uno todo fue quedando en el suelo, no hubo nada que no revisara, que no palpara con mis propios dedos para asegurarme que el bendito muñeco no estaba allí, me desesperaba la idea que mi muñeco favorito fuera a parar a algún botadero de basura de los muchos que hay en Lima.

Pero lastimosamente no encontré nada, así que no me quedó otra que volver a poner todo en su lugar. Saqué la basura a la calle y luego limpié lo mejor que pude la cocina.

Mientras me bañaba me tranquilizó la idea de haber hecho todo lo que podía por encontrarlo, debía, ahora sí, dejar de pensar en ese bendito muñeco.

...

Un par de horas más tarde, ya más relajado, luego de desayunar con la familia, ingresé a la biblioteca y me dispuse a empezar un nuevo día de trabajo, fue en ese momento en que levanté la mirada hacia el “espacio vacío” y me di cuenta de un detalle en el cual no había reparado antes: el libro que estaba justo detrás del muñeco, estaba ligeramente salido, así que me paré lentamente y retiré el libro con mucho cuidado…

¿Y a quién creen que encontré allí atrapado?

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