Luego de sentirme triste por dos semanas seguidas, decidí hacer algo que pensé no volvería a hacer: buscar ayuda psicológica. Honestamente no le tengo fe a los psicólogos, las pocas veces que acudí a ellos en el pasado terminé decepcionado. Pero últimamente algunas personas que estimo me lo habian recomendado, así que saqué una cita en la Clínica Sanna de Miraflores para esa misma tarde.
Estaba entusiasmado con que un profesional pudiera ayudarme o al menos escuchar las cosas que yo tenía que decir sin juzgarme, antes de salir de casa mi hija me habia felicitado por mi decisión y me deseó suerte. Mi cita era a las 5:20 pero yo llegué media hora antes, mientras esperaba busqué en Google “cómo empezar a hablar con un psicólogo” y leí un poco para estructurar mis ideas. Al fin la puerta se abrió y una doctora me invitó a pasar. Tomé asiento un poco nervioso, ella pronunció con voz suave “Cuéntame, en qué puedo ayudarte”, entonces yo le dije que sentía una tristeza prolongada que ya no consideraba normal, que nunca antes me habia sentido asi, ella me pidió que le contara detalles de mi vida, como con quien vivía, de qué trabajaba, si hacía poco me habia pasado algo traumático. Yo traté de ser lo más honesto posible con mis respuestas, noté que ella de rato en rato bostezaba tapándose la boca con la mano. Luego de escucharme por 15 minutos, la doctora Miranda me dijo que era probable que sufriera de depresión, pero que para estar seguros necesitaba hacerme 3 exámenes y que cada uno costaba 180 soles. Yo le pregunté si esos exámenes eran obligatorios para empezar el tratamiento y me dijo que si, luego me preguntó si quería reservar cita de una vez o debía pensarlo, cuando le respondí lo segundo me dijo que no habia problema y que eso habia sido todo. En serio no puedo explicar con palabras la enorme decepción que sentí, habia llegado con mucha ilusión a esa cita tratando de buscar ayuda y lo único que conseguí fue entristecerme más. En serio quiero pensar que no todos los psicólogos son así, que solo ven a los pacientes como una forma de ganar dinero, quiero pensar que hay buenos profesionales con empatía que de verdad quieren ayudar. Salí del lugar muy desilusionado, subí a mi auto y me dirigí al Museo de Arte de Lima, una vez allí pedí informes y me inscribí en uno de sus cursos, necesitaba hacer algo distinto y no sé por qué tuve la corazonada que unas clases allí me darían paz, además siempre habia querido aprender pintura al óleo, cuando me dieron mi constancia de inscripción me sentí emocionado, empiezo este abril (mes de mi cumpleaños), me retiré del lugar feliz.
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