A veces extraño la presencia de una mujer en mi cama, alguien con quien acurrucarme cuando veo netflix, alguien con quien hablar de la vida mientras fallece la tarde y la oscuridad se cuela en la habitación a través de las cortinas, alguien con quien hacer planes a futuro, conciertos de bandas antiguas, viajes por carretera, alguien con quien salir a correr de madrugada, alguien a quien prepararle el desayuno, alguien para bañarnos juntos escuchando música en el celular, alguien que prepare comida casera en el almuerzo. A veces me siento viejo y feo, contemplo las abundantes canas de mi barba, las huellas que me dejó el acné, las arrugas de mi frente, mis patas de gallo, mi abdomen abultado, mis piernas flacas, a veces siento que no me visto acorde a mi edad, que hago cosas que ya no debería hacer, a veces siento que la gente en la calle me mira montando mi skate y piensan “viejo ridículo”. A veces me siento triste porque no alimento a mi hija como debería, me da pena que no tenga una mamá en casa que la mime, que la engría, que la reciba de la universidad con un beso y un plato de comida hecho en casa, alguien a quien ella pueda confiarle sus cosas de jovencita. A veces extraño a mi hija menor, a mi gordita linda, me da pena no poder compartir más tiempo con ella, salir a montar skate juntos entre semana, despertarla con un beso en las mañanas, llevarla y recogerla del colegio, leerle un cuento, acostarla por las noches. A veces extraño hablar con mi mamá, escuchar su voz, su risa, cuando viene los fines de semana a veces me acuesto con ella y le cuento mis cosas, yo sé que debido a su enfermedad ella no me entiende, pero igual lo hago, a veces lloro y ella me queda mirando, como extrañada, sorprendida, yo solo me le acurruco y la beso, le acaricio el cabello, la huelo, como un niño pequeño.
Leer más...No recuerdo exactamente cómo llegó a mi vida esta canción, pero lo que si recuerdo es que llegó en uno de mis momentos más difíciles. Recuerdo que la escuchaba cada vez que podía, mientras corría, mientras trabajaba, mientras conducía, repitiendo su coro como manifestándolo (“I wanna get better”), permitiendo transportarme, por esa magia que tiene la música, a un plano más placentero, donde el dolor menguaba y la esperanza de superarlo todo crecía.
Fue por ello que escuchar esta canción en vivo, tres años después, en el mítico Madison Square Garden, fue para mí doblemente especial, un momento en el cual me sentí orgulloso de mi mismo, por todo lo que pasé y superé, un momento de cierre en el que confirmé que todo en esta vida pasa por algo y los mejores momentos siempre están por venir.Luego de sentirme triste por dos semanas seguidas, decidí hacer algo que pensé no volvería a hacer: buscar ayuda psicológica. Honestamente no le tengo fe a los psicólogos, las pocas veces que acudí a ellos en el pasado terminé decepcionado. Pero últimamente algunas personas que estimo me lo habian recomendado, así que saqué una cita en la Clínica Sanna de Miraflores para esa misma tarde.
Estaba entusiasmado con que un profesional pudiera ayudarme o al menos escuchar las cosas que yo tenía que decir sin juzgarme, antes de salir de casa mi hija me habia felicitado por mi decisión y me deseó suerte. Mi cita era a las 5:20 pero yo llegué media hora antes, mientras esperaba busqué en Google “cómo empezar a hablar con un psicólogo” y leí un poco para estructurar mis ideas. Al fin la puerta se abrió y una doctora me invitó a pasar. Tomé asiento un poco nervioso, ella pronunció con voz suave “Cuéntame, en qué puedo ayudarte”, entonces yo le dije que sentía una tristeza prolongada que ya no consideraba normal, que nunca antes me habia sentido asi, ella me pidió que le contara detalles de mi vida, como con quien vivía, de qué trabajaba, si hacía poco me habia pasado algo traumático. Yo traté de ser lo más honesto posible con mis respuestas, noté que ella de rato en rato bostezaba tapándose la boca con la mano. Luego de escucharme por 15 minutos, la doctora Miranda me dijo que era probable que sufriera de depresión, pero que para estar seguros necesitaba hacerme 3 exámenes y que cada uno costaba 180 soles. Yo le pregunté si esos exámenes eran obligatorios para empezar el tratamiento y me dijo que si, luego me preguntó si quería reservar cita de una vez o debía pensarlo, cuando le respondí lo segundo me dijo que no habia problema y que eso habia sido todo. En serio no puedo explicar con palabras la enorme decepción que sentí, habia llegado con mucha ilusión a esa cita tratando de buscar ayuda y lo único que conseguí fue entristecerme más. En serio quiero pensar que no todos los psicólogos son así, que solo ven a los pacientes como una forma de ganar dinero, quiero pensar que hay buenos profesionales con empatía que de verdad quieren ayudar. Salí del lugar muy desilusionado, subí a mi auto y me dirigí al Museo de Arte de Lima, una vez allí pedí informes y me inscribí en uno de sus cursos, necesitaba hacer algo distinto y no sé por qué tuve la corazonada que unas clases allí me darían paz, además siempre habia querido aprender pintura al óleo, cuando me dieron mi constancia de inscripción me sentí emocionado, empiezo este abril (mes de mi cumpleaños), me retiré del lugar feliz.Hace algunos años, como todos los domingos, visité a mi mamá, traje una silla del comedor y me senté a verla mientras cocinaba. "¿Cómo estás mamá?", le pregunté. Entonces ella se puso a contarme las cosas que pasaban en el barrio, la mayoría historias tristes, "La señora tal está enferma", "Le robaron la casa al vecino", "Ya no sabemos qué hacer con los rateros".
No recuerdo que me pasaba por esos días, pero ese domingo en particular no me sentía con ganas de escuchar ese tipo de historias, "Ay mamá, tu siempre tan negativa, ¿no puedes contarme algo bonito, algo positivo?", entonces mi mamá volteó a verme triste y me dijo: "Hijo, esas son las cosas que me pasan, no lo hago a propósito", luego continuó cocinando, callada...
Y a pesar que luego me acerqué a abrazarla y le pedí disculpas, cada vez que la veo ahora (que habla poco debido a su enfermedad y ya no puede contarme nada), ese recuerdo regresa a mí, ese día que me contaba las cosas que le pasaban y yo no quise escucharla.
No saben cuanto quisiera, poder regresar a ese domingo...
El señor de portería vende caleta un cd titulado "Compilados Ascensor", en ese cd graba todo lo que pasa en el ascensor del edificio y que a él le parece interesante. Un vecino me pasó la voz..
-Te vas a cagar de risa, flaco, pero el tío no le vende a cualquiera, tienes que decirle la contraseña. -¿Cual contraseña? -Te la mando por WhatsApp. Así que el domingo en la tarde, a una hora que el lobby está muerto, le digo al señor de portería que me venda el cd, "¿Cual cd?" me dice, haciéndose el huevón, pero al toque le solté la contraseña.. -¿Quien se la pasó?. -El tío Washington. -Ah ya, el tío "Huachi" es respeto. Minutos después estoy viendo el cd en mi televisor de 80 pulgadas tragando unos cheetos. Confirmo que el señor de portería tiene talento con la selección y edición de las mejores escenas: allí está la vecina sexy del tercer piso bien apretada yendo a trabajar, allí están los amigos pastrulos del vecino del doce prendiendo su troncho sin ningún respeto a las normas de convivencia, allí está el vecino urraco que trabaja en Magaly entrando de madrugada con una bailarina, allí está el vecino infiel chapando con la que supuestamente hace pasar como prima, allí está el vecino gay mirándose las pompis en el espejo y allí estoy yo carajo tomándome selfies cuando salgo a correr (pero no me resiento). Un éxito el cd, la verdad sea dicha, ya tengo ganas de ver la edición 2020, porsiaca la contraseña de este año fue “Pásame la blancaflor”, seguro la inventó el vecino del doce.. Pueblo Libre, Julio 2020, año de la pandemia.Hoy conocí a esa mujer de la que me habló hace como doce años, ¿se acuerda Don?, ese día que estábamos tomando unas chelas en mi casa, escuchando música, y usted a cada rato me pedía que le ponga la misma salsa de Willy Colón una y otra vez, y cuando la ponía usted se paraba y hacia unos pasitos de baile solo. Usted que siempre fue tan discreto como a la sexta chela soltó, me contó que había conocido a una dama muy hermosa, esas fueron sus palabras, y que luego de cortejarla por buen tiempo al fin ella lo había aceptado.
Recuerdo que me sorprendí cuando me lo contó, usted en ese tiempo todavía vivía con la doña, pero yo sabía que las cosas entre Uds. no iban bien hace años, que solo vivían en la misma casa porque ninguno de los dos tenía otro lugar a donde ir. Usted me pidió no contarle a su hija, jamás lo haría, ni siquiera cuando luego de muchos años usted mismo le contó (usted me enseñó a ser discreto con esas cosas, ¿se acuerda?). Recuerdo también haberme sentido contento por usted, fui testigo varias veces de cómo la doña lo trataba, el amor entre ustedes se había acabado hace tiempo, usted tampoco era perfecto pues Don, ninguno de nosotros lo era, ningún ser humano lo es. Lo que me quedó claro de esa conversa fue que usted estaba enamorado y contento, y que aquella sería la última vez que usted y yo nos tomaríamos unos tragos en esa casa. Luego de esa noche su hija me prohibió que tomara con usted, “Yo sé cómo es mi papá cuando toma y sé cómo eres tú, tengo miedo de que se falten el respeto”, me dijo, también se lo dijo a usted y ambos le hicimos caso. Jamás volvimos a hablar de ese tema, ¿no, Don?, es más, creo que usted no recordaba habérmelo dicho y fue mejor así. Por mi lado yo guardé sus palabras en ese lugar de mi memoria donde guardo las confidencias de la gente que me importa, y pensé, le soy sincero, que siempre se quedarían allí. Sin embargo, hoy que asistí a su entierro, sentí mucha pena por aquella mujer que no pudo entrar al cementerio a despedirlo, y se quedó llorando, despacito, detrás de esa horrible reja. Por eso no me pude contener Don, me le acerqué y le conté bajito al oído de aquella noche, le dije las palabras bonitas que usted había dicho de ella y le conté como pedía a cada rato que repita esa canción y usted se ponía a bailar solo, “Seguro fue Gitana, esa salsa le gustaba mucho”, me dijo, y pude ver que sonrió un poquito, ella sabía bien que esa era su canción… “Por si un día me muero y tú lees este papel, Que sepas lo mucho que te quiero, aunque no te vuelva a ver Gitana, gitana.. gitana, gitana.. Tu pelo, tu pelo.. tu cara, tu cara..” Descanse en paz, Don.A inicios de esta semana ocurrió algo terrible en mi casa, un suceso que pasaré a narrarles a continuación, pero desde ya les advierto que es algo fuerte, así que si eres demasiado sensible por favor no sigas leyendo.
¿Conocen ustedes esas tapitas plásticas que se le ponen a los tomacorrientes, para que los bebes no metan el dedo y se electrocuten?, pues bueno, mi hija menor ha aprendido a sacarlos delicadamente con una habilidad digna de un carterista de la parada. Más de una vez le hemos dicho y hasta gritado “¡No hagas eso!”, pero ella no entiende. Lo peor de todo es que luego de sacarlos los esconde en los lugares más caletas e insospechados: adentro de un zapato, en el tacho de la ropa sucia, etc., con decirles que una vez encontramos una de las tapitas adentro de una de las macetas. Pero lo que sucedió esta semana ya fue demasiado lejos. En el espacio que uso para trabajar, tengo una pequeña biblioteca, adornada con algunos muñecos de colección, la mayoría personajes de películas, series o dibujos que me gustan. A veces, mientras estoy trabajando, mi bebé se escapa de su mamá e ingresa a exigirme que juegue con ella, y como se da cuenta que no puedo (porque estoy en una llamada o videoconferencia) me señala con el dedo alguno de los muñecos para que se lo preste. Y bueno, como yo necesito que esté en silencio, a veces agarro un muñeco y se lo doy. Pero esta semana pasó algo rarísimo, uno de los muñecos (el más pequeño, pero a la vez mi favorito de todos) desapareció de una de las repisas. Interrogué a todos en casa y todos respondieron que no lo habían cogido. Intenté recordar si hubo un día en la semana en que se lo había dado a la bebe, pero por más esfuerzos que hacia no podía recordarlo. Así que desesperado me puse a buscar. Busqué por todos lados: debajo de las camas, de los muebles de la sala, hurgué en los cajones de cada ropero, cómoda y escritorio existente en la casa (confieso que violé intimidades), hasta en los cajones de la cocina busqué, pero ni así pude encontrar nada. Ese día recuerdo haberme ido a la cama bien de noche, sintiéndome muy frustrado. ... Al día siguiente me levanté muy temprano, estaba decidido a pasar la página y olvidar el tema del muñeco perdido. Iba a ser un día con mucho trabajo y debía estar concentrado. Me dirigí a la cocina a preparar un café y de reojo vi la bolsa de la basura, estaba repleta, el día anterior mi esposa había colocado allí los desechos de toda la casa incluyendo los baños. De repente tuve un presentimiento, una corazonada, así que, sin pensarlo, me arrodillé en el suelo, abrí la bolsa y haciendo de tripas corazón, retiré con mi mano todos los desperdicios que allí habían, toqué alimentos descompuestos, papeles higiénicos cochinos, pañales con sorpresa, uno por uno todo fue quedando en el suelo, no hubo nada que no revisara, que no palpara con mis propios dedos para asegurarme que el bendito muñeco no estaba allí, me desesperaba la idea que mi muñeco favorito fuera a parar a algún botadero de basura de los muchos que hay en Lima. Pero lastimosamente no encontré nada, así que no me quedó otra que volver a poner todo en su lugar. Saqué la basura a la calle y luego limpié lo mejor que pude la cocina. Mientras me bañaba me tranquilizó la idea de haber hecho todo lo que podía por encontrarlo, debía, ahora sí, dejar de pensar en ese bendito muñeco. ... Un par de horas más tarde, ya más relajado, luego de desayunar con la familia, ingresé a la biblioteca y me dispuse a empezar un nuevo día de trabajo, fue en ese momento en que levanté la mirada hacia el “espacio vacío” y me di cuenta de un detalle en el cual no había reparado antes: el libro que estaba justo detrás del muñeco, estaba ligeramente salido, así que me paré lentamente y retiré el libro con mucho cuidado… ¿Y a quién creen que encontré allí atrapado?Mayo, 1999.
-Pero, ¿estás segura Evita?.-Estoy segura Marito, nosotros nunca seremos más que amigos. Terminó la canción y fui al baño, saqué el falso de mi billetera y con ayuda de mi llave me metí dos jalones bien fuertes, la palabra "Nunca" retumbaba en mi cerebro.. *** Cuando salí del baño Erick me abrazó y me dijo "Me siento de puta madre, hace tiempo que no nos juntábamos todos", lo abracé también y de reojo miré a Evita, quien bailaba con el cumpleañero una salsa de Josimar y su Yambú.. "Y eres en pocas palabras la mejor de todas.." La examiné de arriba abajo, estaba completamente de negro: las botas de tacón alto hasta la rodilla, los leggins y la casaca de cuero. Había aumentado varios kilos (veinte años no pasan en vano) pero seguía linda, muy linda. Cuando terminó la canción regresó al grupo, la sonrisa blanca perfecta, los ojos chinos, se paró a mi lado -¿Y tú Marito, a qué hora bailas?.
-Que pongan una buena y salgo al ruedo. -bromeé La noche siguió su curso entre tragos, reencuentros con viejos amigos y música de la época, la celebración por los cuarenta años de Kanito era todo un éxito. -Ya me voy Evita.
-Te vas a ir sin haber bailado ni una. Que aburrido te has vuelto. Y en eso, por esas coincidencias extrañas que tiene la vida, sonó la misma canción de aquella vez.. -¿Bailas? Evita y yo bailamos muy juntos en silencio "No me niegues la vida, te lo pido por favor.." Antes que acabe la canción Evita me dice que también se va y que si la podía acompañar a su casa. -Como lo hacías antes, ¿recuerdas?. Nos despedimos de todos y empezamos a caminar, son casi las cuatro de la mañana y su casa queda a cinco cuadras, cuando estamos por la mitad del camino Evita me toma del brazo y me mira fijamente a los ojos . .
Una amiga del trabajo me cuenta que debido a una dolencia que padece, ha decidido seguir una terapia con aceite de marihuana..
- Y cuando empiezas? - Hoy por la tarde, luego del almuerzo, pero tengo miedo oye - Miedo de qué? - No sé, de los efectos, aunque en teoría me han dicho que solo va a relajarme un poco - Tranquila, dale nomás, con fé - Se me ha ocurrido una cosa - Qué? - Y si tu también te metes un poco de aceite? - Y yo por qué? - No sé, como quien colabora con su amiga - Ja ja, te pasas, y qué te hace pensar que yo aceptaría hacer una cosa así? - No sé, tal vez sea porque tienes cara.. - Cara de qué? De fumón? - Yo no he dicho eso - Entonces? - Cara de que te gusta "experimentar" - Ja ja, es lo mismo pues - Vas a querer o no? .. A las 3 de la tarde en punto, mi amiga y yo estamos en la puerta del baño, ambos entramos por turno y nos metemos exactamente 13 gotas de aceite debajo de la lengua, luego ambos regresamos a nuestros sitios nerviosos, como si fuéramos niños que acaban de hacer una travesura .. - Y qué fue, sientes algo? - Nada y tu? - Nada tampoco, pero me dijeron que demora en hacer efecto Luego de aproximadamente veinte minutos, otra amiga del trabajo viene a mi sitio para que le firme unos documentos, así que cojo el lapicero y cuando me dispongo a firmar, me doy cuenta de que tengo la mano pesada y que apenas puedo sujetar el lapicero con fuerza, mi firma me sale toda chueca, el aceitito había empezado a hacer efecto.. - Oye siento la mano pesada, se me hace dificil escribir - Ah si?, yo me siento muy relajada y tengo los ojos pesados - Ahora que lo dices yo también, un poco - Y si ponemos música para despertarnos? - Ya, dale ..."LuchaLibro" es una especie de "batalla", donde sientan a 2 participantes frente a una laptop, y ellos deben escribir un cuento en 5 minutos, utilizando 3 palabras que les dan al azar. Mientras tanto, un proyector va mostrando a los asistentes lo que escriben. Al finalizar el tiempo, un jurado (compuesto de 3 escritores) elige cuál de los cuentos es el mejor y el ganador de la batalla pasa a la siguiente fase. Esto último se repite hasta que queda solo un solo ganador.
El premio para el ganador es la publicación de un Libro, un libro de cuentos que deberá escribir en máximo 6 meses. Hace más o menos 1 mes, leí por casualidad de este concurso en el FB de un amigo, había que mandar un cuento de máximo 1 hoja y así lo hice (mandé uno de los cuentitos que escribí, como parte del Taller que asistí hace poco). De todos los cuentos enviados, ellos elegirían a los autores de los 16 mejores para participar en las batallas. Ayer en la noche, mientras caminaba bien enchalinado hacia el paradero, recibí una llamada telefónica de un número desconocido, indicándome que mi cuentito les había gustado y que yo era uno de los 16 participantes. Me dijeron que antes de las batallas debía asistir a un Taller Literario y a un Taller de Expresión Corporal, yo les pregunté si ambas cosas eran gratis (siempre es bueno preguntar), y cuando me dijeron que si, yo acepté al toque antes que se arrepintieran. Finalmente me dieron la bienvenida al concurso y colgaron, dejándome recontra confundido. Ya en la combi, saqué el celular y me puse a ver vídeos del concurso en Youtube. Para ser honestos, el formato no me gustó mucho, eso de salir a una especie de "ring literario" con una máscara puesta, me causó un poco de aprensión, a parte me di cuenta de que el Jurado era demasiado estricto y que la mayoría de participantes eran más jóvenes y algunos de ellos con mucho mejor prosa que yo. Y así, lleno de temores, llegué a mi casa. Durante la cena se lo conté a mi Familia, mi esposa y mi hija se emocionaron mucho. Mi hija se ofreció a hacerme una máscara bonita y mi esposa me dijo que haría un cartel para darme ánimos. Cuando les hablé de mis temores, las dos me levantaron el ánimo con frases alentadoras: "¡Pero si tu escribes bonito, papi!", "¡Que seas mayor es una ventaja, porque tienes más experiencias que contar!". Yo las escuché agradecido, forzando de rato en rato una broma, para que no notaran lo nervioso que estaba. Minutos más tarde, en la cama, me puse a pensar en varias cosas, como por ejemplo, si era realmente necesario que participara en ese concurso, que me expusiera de esa forma, ¿Lo hacía por el premio?, ¿Por hacerme conocido?, la respuesta era no. Así que me dije a mi mismo que no debía estar nervioso, porque ganar un premio no fue lo que me impulsó a mandar mi cuento para participar, lo que me motivó desde un principio fue vivir la experiencia, y visto de esa forma, todo era positivo: asistiría a talleres artísticos, aprendería cosas nuevas, conocería gente con mi mismo gusto por la escritura, y tal vez, hasta haría nuevos amigos. Viviría una experiencia súper loca (una más) a mis 42 años, y eso es, siempre, algo bueno que agradecer al destino. Y pensando de esa forma, ya mucho más tranquilo, me quedé dormido.